Por: María Victoria Peralta, académica U.Central y Premio Nacional de Educación 2019

 

El 16 de octubre, se celebra en todo el país el día del Profesor y de la Profesora, conmemorando la fecha en que se publicó el decreto ley 678 de 1974, que creó el Colegio de Profesores de Chile, A.G. En estricto rigor, abarcaría a los profesores de Educación Básica y Media, pero se ha extendido a todos los niveles y especialidades que ejercen la función docente, integrándolos en esta celebración. De esta manera, desde los Jardines Infantiles a las Universidades, se festeja.

Fechas como estas son siempre importantes para repensar la situación del profesor y de la profesora y más aún en el complejo Chile actual. No es ninguna novedad señalar la pérdida de estatus, de respeto, e incluso de su rol profesional saturado por marcos regulatorios exagerados, donde todos los problemas de la educación se hacen descansar en el docente. Se les hace responsable de actitudes y del rendimiento de los escolares y jóvenes, como si fueran estos últimos ‘entes’ aislados de sus familias y de la sociedad. Y, sin embargo, ahí están los profesores y profesoras trabajando a pesar de la falta de una comunidad educativa de apoyo, porque la familia está muy ocupada o agobiada y no hay tiempos para criar, amar y educar que son los roles básicos de todo núcleo familiar.

Entre los actores que han construido país en nuestros 200 años de existencia republicana, los miles de profesores y profesoras que en los escenarios más variados han estado siempre con los niños y niñas, sin dudas son de los más importantes. Las condiciones laborales, las distancias, las escaseces, las incomprensiones no han menguado el atender en todos sus aspectos a sus alumnos en forma integral, acogiendo sus penas, sus alegrías junto con sus aprendizajes.

En esta sociedad líquida donde las instituciones y los líderes se han caído, los profesores, aún siguen siendo los referentes para la mayoría de los alumnos. Por tanto, en estas fechas y en todo el año, honrémoslos con afecto, comprensión, reconociendo su rol formador de personas integrales, pero que no pueden hacer solos esta compleja labor, que es de la sociedad entera. ¿Puede haber algo más importante que formar un ser humano? En ello está el Chile que queremos. Valoricemos el actuar docente.